Las madres, son sin lugar a dudas, los seres más importantes de nuestra vida, convirtiéndose en nuestro primer amor y en el ancla a la que nos aferramos para sentirnos protegidos y seguros. Desde antes de nacer establecemos con ellas un vínculo que permanecerá vigente aún después de la muerte.
Las madres, son el pilar de la familia y las que nos acompañan en todas las etapas de la vida, su amor es totalmente incondicional y su sabiduría es tan auténtica, que logran sanar casi todas las heridas que nos dejan los procesos dolorosos del destino, no obstante, tienen especial cuidado para no borrar totalmente nuestras cicatrices, las dejan visibles a nuestros ojos , eso sí ,con diferentes tonalidades, para que cuando las veamos, recordemos lo fuertes que hemos sido.
Ellas, nuestras madres, son únicas, incomparables e irremplazables, sus sentimientos no son estáticos, crecen vertiginosamente, a tal punto, que logran transformar las dificultades en triunfos y las adversidades en aprendizajes.
Al llegar a sus vidas, nos ubican en el lugar más especial de su alma, convirtiéndolo en un cálido refugio, en el cual podremos expresarnos libremente, bajo un pacto inquebrantable de lealtad; a partir de ese momento, jamás volverán a sentir soledad, ya que en su mente viviremos por siempre y seremos los reyes del mundo, de su mundo, de nuestro mundo, de ese mundo que ellas han construido exclusivamente para nosotros y para nadie más. Las madres, celebran cada uno de nuestros triunfos y abrazan cada una de nuestras tormentas, y en cualquiera de las dos circunstancias, están presentes para recordarnos cual es el faro de nuestro destino.
Cuando ven que estamos desviándonos del camino, silenciosamente, tejen nuevas alas para impulsarnos a volar, estas, serán fuertes y ligeras a la vez, para que con ellas podamos atravesar obstáculos y deslizarnos ágilmente con versatilidad. Nuestras madres son fuertes, valientes y resilientes, solamente tienen un punto débil, y ese es, el amor que despertamos en su corazón, no son perfectas, sin embargo, son perfectamente imperfectas, ya que siempre están dispuestas a modificar lo que sea necesario para crecer y evolucionar a nuestro lado.
Algunas personas, tal vez, no la conocieron, sin embargo, muy posiblemente, tuvieron a su lado mujeres maravillosas, que les brindaron un verdadero amor maternal, una abuela, una hermana, o una tía quizá, quienes sin reparo alguno dedicaron su vida a cuidarlas, a protegerlas y a mostrarles el camino del bien.
En estas fechas, algunos tendrán la inmensa dicha de darles un entrañable abrazo, otros, levantarán su mirada al cielo y su sonrisa les transmitirá paz, por obvias razones la nostalgia llegará, no obstante, los recuerdos compartidos a su lado se convertirán en un punto de apoyo inquebrantable, desde donde será muy reconfortante transmitir su legado con amor, con orgullo y con dignidad.
Tal vez, nunca encontraremos el significado de la muerte de una madre, lo realmente valioso es descubrir el sentido de la vida que nos dió, ya que así podremos reencontrarnos con ella cada vez que nos miremos a los ojos, porque en ese momento será su brillo el que atravesará nuestro corazón, porque somos parte de ella y ella parte nuestra, y eso nunca cambiará.
Independientemente, del lugar en donde se encuentren, recordemos que ellas viven en cada una de nuestras células y que su sangre corre por nuestras venas, y que más allá de la vida o de la muerte, siempre estaremos resguardados con su inconmensurable amor.
Cree en la mágica conexión que tienes con tu madre
Cree en poder transformador que te brinda su luz
Crea refugios cálidos y sublimes para perpetuar su amor. .
Cree para crear.
Adriana Rubio Llano.