A lo largo de la vida, podemos dar por obvias las historias que nos han contado acerca de lo que significa la realidad y lo que debemos valorar como relevante. Nuestra familia y entorno, nos heredan opiniones basadas en sus propios puntos de vista, estableciéndonos creencias que se graban en la mente y son representadas por todas las emociones que experimentamos durante la existencia.
En la medida en que van pasando los años y vemos coartada nuestra libertad podemos seguir con esos patrones de comportamiento o modificarlos según nuestros propios criterios.
Es así como podemos deducir que todo hábito transmitido puede llegar a regular nuestras decisiones, acciones y reacciones, adicionalmente podemos concluir que esta información filtrada e inducida, altera el inconsciente, ese mismo que guarda nuestros secretos.
Sin embargo, los seres humanos, somos libres para cuestionar lo aprendido y confrontarlo con la realidad, los que tienen el temple de ir un paso adelante buscan otras versiones y de ser el caso ponen en tela de juicio el legado recibido para sustituirlo y encauzarlo hacia criterios que los lleven a una certeza más idónea en donde no se interponga la opinión o vivencias de otros, es ahí cuando el discernimiento los conduce a buscar su propia verdad, a través de su conocimiento interior, a partir del cual pueden desarrollar un pensamiento personal, preciso, crítico y moldeable.
El discernimiento, es un don, que nos permite descubrir con claridad cuando es momento de hablar o momento de callar, nos lleva a hacernos conscientes de nuestras acciones y a distinguir de manera cuidadosa la verdad y la justicia.
La capacidad de discernir nos da la posibilidad de no caer en manipulaciones y nos hace libres hasta de nosotros mismos.
Cree en el poder invaluable del discernimiento de tu mente.
Crea los espacios apropiados para replantear tus viejos criterios de pensamiento.
Adriana Rubio Llano.
Cree para crear.